Le decían “el niño que cantaba” cuando salía a vender pan en su pueblo natal Collantes, Oaxaca; ya tenía nociones de guitarra cuando a los 14 años, viviendo en el barrio de El Mesón en Acapulco, donde canasteó en el mercado y vendía chicles en la calle, también cargaba el tololoche de un músico hasta La Quebrada, en esos domingos que se presentaba una orquesta.
Para entonces José Ávila Ramos ya tenía clara la idea de componer y cantar sus propias canciones, por eso este oaxaqueño -nacido el 26 de noviembre de 1947- se integra primero como guitarrista de armonía en un grupo sin nombre, que tocaba de gratis, después en Los Invasores, a donde ya cantaba incluso en burdeles de la Zona Roja, cuando era “una romería” llena de “gringos”, después en diversos hoteles de la Costera, interpretando y hablando en inglés ante los presentes, cuando el grupo ya tenía un hitazo sobre todo en el Ritz: una canción oaxaqueña titulada “Naila”, que revela, se metió “de relleno” para el primer disco, ya con el cambio de nombre a Grupo La Amistad, llegando por esa canción a todo el país, a Estados Unidos, y a que se buscara al cantante -ya de nombre artístico Pepe Ramos- para lanzarlo de solista, como baladista sobre todo.
Y llegó la primera chilena grabada, su éxito “Negro Chimeco”, que lo impulsó también a diversos escenarios y a que otros artistas interpretaran sus composiciones.
15 discos, letras inéditas y otro disco más en puerta, este cantautor sigue presentándose donde lo contraten pero lamenta que la gente ahora tenga miedo de salir a divertirse en Acapulco; dice que todavía no hace su canción para la posteridad, y sostiene que hay artista Pepe Ramos para rato, “me cuido para estar un rato más aquí, en este Mundo”, dice este costeño oaxaqueño que, de tanto que se lo dicen, “¡hasta ya pienso que soy de Guerrero!”.
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