Mario CASTELLANOS ALCAZAR.
A un año de la pandemia, en México, la situación se ha vuelto adversa, y por supuesto, ha dejado muchos contrastes, que han cambiado la vida de los mexicanos, vamos, muchas experiencias, y tal vez, será el parteaguas para iniciar una nueva vida, en cuanto, a la educación, costumbres, los hábitos, hasta lograr, la fortaleza espiritual, más allegada a los púlpitos de la religión, la pureza pura.
La creencia en Dios, que, a partir de esta pandemia, que ha dejado panteones repletos- 187 mil muertos por COVID- 19 y más de dos millones de contagios en el territorio mexicano, ha cambiado en lo mínimo la moral de los mexicanos, o de los más creyentes, que han abrazado la fe, como una salida fácil, sin un cambio verdadero, anteponiendo la religión para atenuar los azotes del fatal virus.
“El todo Poderoso está con nosotros, primeramente, está Dios, vamos a salir adelante, no pasa nada”. Se enmiendan y hacen sus oraciones – y poco caso hacen a las recomendaciones sanitarias, siguen saliendo a las calles, se van de paseo, hacen sus fiestas, celebraciones, reuniones, visitan a familiares, como si fueran tiempos normales- y así, surgen los contagios, pero luego dicen, nos fue mal, pero vamos a salir adelante.
Ciertamente, la fe, es el escudo para quienes ya la ven cerca, aun cuando no se han arrepentido de la avaricia, y siguen, en el pecado de la ambición, la envidia, enriquecimiento ilícito, en la maldad, en el odio, el rencor, la estafa- y todo lo que redunda en actos pecaminosos, que no van con el cambio de vida, ni ven por el bien de los demás.
En fin, esta pandemia, ha servido para bien y para mal, para recogerse espiritualmente, en unos y para los más, persiste, la ambición de la riqueza material, pero también, en lo espiritual, hay quienes medran con la religión, lejos de buscar la integración humanitaria, que sería el primer escalón para fortalecer la fe y la moral.
La fe es buena cuando se ejerce con sentimientos de nobleza y para bien de la humanidad, en estos tiempos de crisis, más no, de dientes por fuera, incluso, en tiempos de pandemia, puede crear una conciencia limpia, sin remordimientos, y absoluta seguridad, cuando se vive sin prejuicios, sin odios, sin violencia, sin angustia, además, si se da el perdón, entonces se fortalece la autoestima y puede ser un antídoto para cualquier padecimiento.
Mucho nos ha enseñado la crueldad del COVID- 19, en un México, lleno de pobreza y marginación, que ha sido el puente de transmisión del mal a la humanidad, debido a que se han mezclado contrastes y tintes políticos, desde el gobierno mexicano, hasta los sectores de la población, que no han entendido su función y cada quien actúa de acuerdo a sus intereses.
Dejan en segundo término la salud de los mexicanos con poses políticos en tiempos electorales, incluso, la pandemia es bandera política de los partidos, el gobierno en turno y la militancia, que se han olvidado, que la salud es primero- y todo lo convierten en teatro y lucidos discursos, ante los graves problemas derivados de la pandemia.
La reactivación económica, la crisis social y política, la violencia, la contracción del 8.5 por ciento del Producto Interno Bruto, la pérdida de 10 millones de empleos formales e informales mantienen paralizada la planta productiva.
Asimismo, el gobierno mexicano, ha relajado las estrategias y políticas en el combate de la pandemia, por lo que ha perdido el control, y por supuesto, ha sido rebasado en los contagios, que oficialmente se han triplicado, si, según, los cálculos del Sub Secretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López Gatell, lo más catastrófico, serían 60 mil muertos, el resultado de la pandemia, vamos ya, 187 mil.
Todo se le salió de control al gobierno de la Cuarta Transformación de México, la 4 T, hasta el proceso de la vacunación, que se inició a finales de diciembre del año pasado, hasta hoy, a más de dos meses, apenas se han vacunado el 1.8 por ciento de la población, esto, es el 1.4 por ciento, de los 126 millones de mexicanos.
A un año de la pandemia, en México, ya todo se volvió un desorden, que nunca hubo orden. Todos hacen lo que quieren, hasta las medidas sanitarias, ya no existen a plenitud de conciencia, así, la cuarentena, pasó a la historia, ya muy pocos se quedan en casa, el cubre bocas, ni el mismo presidente de México lo usa, si el, ya fue contagiado, que será de los demás, que será del pueblo.
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